domingo, 1 de noviembre de 2015

La oveja negra... sin tierra

Cada vez que se conmemora la figura de un mártir, la primera representación que me viene a la mente es un microcuento de Augusto Monterroso, titulado La Oveja Negra:
"En un lejano país existió hace muchos años una oveja negra.
Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura."

El 1ero. de noviembre de 1974 fue asesinada Florinda Soriano Muñoz, mejor conocida como "Mamá Tingó", una líder campesina que pasó a convertirse en ejemplo de la mujer campesina y en un símbolo de la lucha por la tierra.

Mamá Tingó murió luchando en contra del despojo de tierras a los campesinos de Hato Viejo, Yamasá. A pesar limitaciones, como la avanzada edad y sin saber leer ni escribir, Mamá Tingó desarrolló la conciencia suficiente como para defender el derecho legítimo de estos campesinos de trabajar la tierra donde nacieron y que por décadas trabajaron.

Luego de buscar solución a través de políticos, sin resultados, intentó llevar el caso a los tribunales, en contra del terrateniente Pablo Díaz Hernández, a su regreso, por orden de este, fue asesinada por el capataz Ernesto Díaz (Turín), durante el gobierno de Joaquín Balaguer.

Mamá Tingó es un símbolo de la lucha campesina en Latinoamérica, y al igual que la oveja negra de Monterroso, también tiene una estatua, e incluso una estación del Metro de Santo Domingo que lleva su nombre.

Sin embargo, desde antes de Pedro Mir, pasando por Mamá Tingó y hasta el momento en que escribo esto, sigue habiendo "un país en el mundo" donde los campesinos no tienen tierra. A pesar de su sacrificio, la tierra de esta media isla todavía "no alcanza" para quienes la trabajan.
"(...) y tierra bajo los árboles y tierra
bajo los ríos y en la falda del monte
y al pie de la colina y detrás del horizonte
y tierra desde el canto de los gallos
y tierra bajo el galope de los caballos
y tierra sobre el día, bajo el mapa, alrededor
y debajo de todas las huellas y en medio del amor.
(...)
Algún amor creerá
que en este fluvial país en que la tierra brota,
y se derrama y cruje como una vena rota,
donde el día tiene su triunfo verdadero,
irán los campesinos con asombro y apero
a cultivar
cantando
su franja propietaria.
Este amor
quebrará su inocencia solitaria.
Pero no.
(...)
Hay
un país en el mundo
donde un campesino breve,
seco y agrio
muere y muerde
descalzo
su polvo derruido,
y la tierra no alcanza para su bronca muerte."

La gran paradoja no se limita al campo y al trabajo de la tierra, sino que la realidad nos la muestra presente en los diversos espacios de la vida cotidiana.

Pero aún queda la esperanza de que una vida mejor es posible, para todos.
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